lunes, 10 de marzo de 2014

Apuntes Unidad I

UNIDAD I- INTRODUCCIÓN

1. EL LENGUAJE COMO HECHO HUMANO
El lenguaje constituye una de las más complejas encrucijadas del saber en que convergen ciencias muy diversas. Antes de adentrarnos en el estudio de la filosofía del lenguaje propiamente dicha, conviene que prestemos atención a algunas observaciones sobre el lenguaje de la antropología, la psicología y la sociología.

A)    El hombre, ser que habla

Cuando Aristóteles definió al hombre como un «ser vivo que tiene logos», zoon logos ejon, estaba apuntando no sólo al hecho de que el ser humano se distingue del resto de los animales por tener una razón, sino al hecho mismo de tener lenguaje. En efecto, el ser humano, a diferencia de los animales, es un ser que tiene lenguaje, un ser que habla: «El hombre es el único ser vivo que tiene palabra».



B)    Lenguaje humano y «lenguaje» animal

¿Pueden hablar los animales?, ¿habla castellano el loro que dice «buenos días a todos»? Cuando un gato maúlla para que le demos leche, ¿sabemos realmente lo que quiere? Nadie puede dudar de que hay comunicación animal tanto entre los animales como entre éstos y los seres humanos. Desde los años 60 se han desarrollado numerosos intentos de enseñar el lenguaje a algunos chimpancés. En los primeros experimentos —protagonizados por Beatrice y Alan Gardner— se usó con este fin el lenguaje de los sordomudos. Una chimpancé llamada Washoe llegó a usar hasta 132 de estos signos y algunos de un modo espontáneo, sin necesidad de inducción directa.  Mayores progresos obtuvo R Patterson, quien, enseñando este lenguaje desde la infancia, consiguió que una gorila llamada Koko llegara a usar 300 signos. Otros proyectos posteriores tuvieron como objeto enseñar a usar algunos símbolos geométricos de plástico (llamados «lexigramas»), que correspondían a palabras de nuestro vocabulario. El chimpancé Lana aprendió a usar hasta 200, aunque siempre con fines pragmáticos. También se logró que otros dos chimpancés, Sherman y Austin, se sirvieran de los lexigramas para comunicarse entre ellos. Los más recientes experimentos tienen como fin enseñar este lenguaje a otras especies de chimpancés. Así, un bonobo o chimpancé pigmeo llamado Kanzi no sólo ha llegado a usar con pericia los lexigramas, sino que entiende algunas frases del inglés. Estos estudios, que muestran la capacidad de aprendizaje de algunos primates, han llevado a algunos autores como E. O. Wilson a sostener que «la capacidad para comunicarse por medio de símbolos y sintaxis sí está dentro de las capacidades del simio». ¿Es esto así? ¿hay alguna diferencia esencial entre el lenguaje humano y el de los simios?
Es preciso señalar que el lenguaje humano posee unos rasgos únicos, que lo distinguen no sólo cuantitativa, sino cualitativamente de los diferentes modos de comunicación animal. Entre los elementos distintivos del lenguaje humano podemos destacar:
1)      En primer lugar, que en el habla humana no hay una base instintiva apreciable. El lenguaje humano no es el resultado de un instinto, mientras que el lenguaje animal es instintivo e involuntario. En el caso de los animales, el lenguaje es una función relativamente simple que cuenta con órganos más o menos específicos para cumplirla. Por el contrario, el lenguaje humano no es una función programada filogenéticamente. No existen órganos exclusivos del lenguaje. Por otra parte —como subrayó Kroeber— el lenguaje animal es el mismo en los animales aislados y en el grupo, transmitiéndose de modo biológico. Por el contrario, el lenguaje humano no puede ser explicado sólo desde la biología porque el ser humano habla siempre una lengua concreta que es un producto cultural y que se transmite social-mente. Para que alguien aprenda a hablar es preciso que exista una lengua que aprender. Aunque la capacidad lingüística sea espontánea, toda lengua es siempre un producto cultural. No hay nada en los genes de un español que haga que vocablos como «agua», «perro» o «casa» formen parte de su lenguaje. La idea de una lengua «natural» carece de sentido.
2)      En segundo lugar, el lenguaje animal no es vehículo de comunicación. Para aclararlo podemos recurrir a la distinción de Bateson entre lenguaje icónico y dígito. Un sistema de comunicación es icónico si la relación entre el mensaje y la señal es relativamente simple y directa. Cada signo representa uno sólo y siempre el mismo mensaje. A menudo, la correspondencia entre el mensaje y la señal es de tipo físico. Así, por ejemplo, las abejas descubren la ubicación de la fuente del néctar olfateando los granos de polen adheridos a las patas de sus compañeras. Los chimpancés comunican amenazas de violencia rompiendo ramas y agitándolas o arrojándolas. Además, estos signos son ante todo señales de sus estados individuales, sus necesidades o su relación con otros animales. Es decir, los signos o señales son expresión de sus emociones y sensaciones, pero no se refieren a objetos.
El lenguaje propiamente humano es dígito. Un sistema de comunicación es dígito si los mensajes se construyen a partir de elementos diversos entre sí, siendo las relaciones entre signos y mensajes arbitrarias. Las cualidades físicas de los signos son totalmente irrelevantes para los mensajes como muestra la diversidad de lenguas. Además, esta comunicación humana se basa prioritariamente en signos que hacen referencia a objetos o cosas. No se refiere sólo a estados interiores, sino que hace referencia específica a partes concretas del entorno. El hecho mismo de que cualquier persona pueda decir cualquier frase con una amplia variedad de entonaciones indicadoras de un amplio abanico de actitudes (sorpresa, admiración, ira, alegría) muestra que el sentido de la proposición es distinto de cualquier emoción concreta.
Es obvio que en el ser humano, además del lenguaje dígito hay también un lenguaje icónico. El grito de dolor, la expresión facial, el lloro, etc., pertenecen al lenguaje icónico. Esta expresión es involuntaria, instintiva y no requiere ser aprendida. El lenguaje icónico es común a hombres y animales y en ambos casos tiene raíces instintivas y transmisión biológica. Pero hay también en el ser humano una expresión distinta, que es voluntaria, deliberada y controlada. Esa expresión se hace en una lengua concreta aprendida y transmitida en un entorno socio-cultural. Es en este segundo lenguaje en el que es posible la referencia específica a objetos.
En tanto que sistema digital, el lenguaje humano muestra gran flexibilidad y capacidad de adaptación. Además posee lo que se ha denominado dualidad o doble articulación, es decir, los sonidos y las palabras del lenguaje muestran pautas independientes. Así podemos combinar distintos sonidos (primera articulación) para formar mensajes diferentes (segunda articulación). Los cuatro sonidos «g», «a», «t», «o» de la palabra «gato» no significan nada en sí mismos. Sólo al combinarse dan como resultado un significado. El efecto de la dualidad se puede ver si pensamos en la cantidad de palabras que pueden obtenerse con sólo cambiar un sonido de la palabra «gato» (por ejemplo, «mato», «rato», «cato», etc., o «gano», «galo», «gajo», etc.). Combinando un número limitado de sonidos —en castellano son aproximadamente 43— se puede construir un número infinito de palabras.
3)      En tercer lugar, el lenguaje humano, frente al animal, goza de universalidad semántica. Se entiende por tal la capacidad de transmitir información sobre aspectos, ámbitos, propiedades, lugares o acontecimientos del pasado, presente o futuro, reales, posibles o imaginarios, cercanos o lejanos. Con el lenguaje podemos emitir y comprender un número ilimitado de mensajes. Incluso podemos nombrar las lagunas o huecos de nuestra experiencia, lo desconocido. Otra manera de decir lo mismo es subrayar que el lenguaje humano es, desde el punto de vista semántico, infinitamente productivo. Con ello se quiere decir que a cualquier expresión lingüística siempre podemos agregar otra cuyo contenido informativo no pueda predecirse a partir de la información de las precedentes, y que podemos continuar añadiendo informaciones sin pérdida de la eficiencia con que se recibe tal información. Los estudios sobre los «lenguajes» de los animales ponen de relieve los límites de su productividad, mientras que los seres humanos somos capaces de producir un número ilimitado de mensajes acerca de un número infinito de campos.
Otro componente del concepto de «universalidad semántica» es el desplazamiento. Un mensaje está desplazado cuando el emisor o el receptor no tienen ningún contacto directo o inmediato con las condiciones o acontecimientos a los que se refiere. Por ejemplo, no tenemos dificultad de hablar sobre un partido de fútbol antes de que ocurra o una vez que ha ocurrido. Esto contrasta con la comunicación animal. Para los antropoides, por ejemplo, es preciso el contacto con la fuente de peligro para dar una señal de alarma. Un animal no dice «¡Cuidado!, puede haber un leopardo al otro lado de la colina». En cambio, en la comunicación humana, tanto el emisor como el receptor están a menudo desplazados, como cuando alguien habla a otro de cómo comportarse en el futuro.
4)      Por último, el lenguaje humano posee reflexividad o capacidad metalingüística. Es decir, con el lenguaje podemos decir cualquier cosa sobre la misma lengua. Esta es una propiedad tan característica del lenguaje humano que ni los más entusiastas defensores de la comunicación animal pueden descubrir en la misma. Esta propiedad del lenguaje se halla en íntima conexión con la capacidad de abstracción y generalización propia de los seres racionales.
En conclusión, el lenguaje compete de manera propia e intrínseca únicamente al ser humano. A algunas especies animales se les atribuye de manera en cierto modo abusiva, por la apariencia externa que algunos de sus aspectos guardan con el sistema lingüístico humano.


C)    El origen del lenguaje

Una cuestión distinta de la capacidad lingüística del ser humano es la que se refiere al modo en que los hombres han ido elaborando de hecho los distintos lenguajes. Son diversos los interrogantes sobre esta cuestión. El primero se relaciona con la pregunta acerca de cuándo surgió el lenguaje. Por «origen» del lenguaje se entiende también la explicación del modo en el que surgió. Finalmente, atenderemos a cómo se aprende un lenguaje.

D)    El surgimiento del lenguaje

Se ha especulado durante siglos sobre el origen del lenguaje humano. ¿Cuál es la lengua hablada más antigua del mundo?, ¿se han desarrollado todas las lenguas desde una fuente común?, ¿qué lengua se hablaba en el Paraíso?, ¿cómo se formaron las palabras en un principio? Estas preguntas resultan fascinantes y han dado lugar a experimentos y debates cuya historia se remonta a hace 3000 años. Ya Heródoto nos cuenta que el rey egipcio Psamético I, que reinó en el siglo Vil a. C, pretendiendo descubrir cuál era el lenguaje más antiguo, dio dos niños a un pastor para que los criara junto con su rebaño evitando que nadie pronunciara nunca una palabra delante de ellos. Según cuenta la leyenda ambos niños pronunciaron a la vez la palabra «becos», que el rey tomó como palabra frigia, por lo que pensó que el frigio era el lenguaje más antiguo. Hoy sabemos que esto no es cierto y que el frigio formaba parte de una familia de lenguas. Experimentos de este tipo se han ido sucediendo a lo largo de la historia. Federico II de Hohenstaufen (1194-1250) y Jaco-bo IV de Escocia (1473-1513), entre otros, realizaron pruebas similares. Sin embargo, ninguno de estos experimentos ha tenido éxito. No poseemos un conocimiento directo de los orígenes y desarrollo inicial del lenguaje.
Otro tipo de experimentos se relaciona con los llamados niños lobo, criados en estado salvaje por animales o que se han mantenido aislados de todo contacto social.  Las experiencias de estos niños no apoyan en absoluto las ideas de Psamético I. Sólo algunos informes mencionan las capacidades lingüísticas de los niños y el cuadro que pintan es bastante claro: ninguno podía hablar y la mayoría no comprendía el habla. Es más, la mayor parte de los intentos de enseñarles a hacerlo fracasaron. Sólo en casos excepcionales se consiguió que aprendieran algunas palabras; en el mejor de los casos aprendieron no más de 120 palabras.
La cuestión del origen del lenguaje llegó a ser objeto de fuertes controversias durante el siglo pasado, hasta el punto de que en 1866 la Sociedad de Lingüística de París se vio obligada a suspender cualquier debate sobre la cuestión. Sin embargo, desde la segunda mitad del siglo XX y a la luz de nuevos hallazgos fósiles, se ha acrecentado el interés por el tema. La paleontología se ha preguntado cuándo comenzó a hablar el hombre. Se considera que para que exista el habla resulta indispensable junto a una determinada configuración del tracto vocal, la maduración cerebral (que posibilitaría el discurso abstracto) y la capacidad de relacionarse con el medio. Sin embargo, no existe actualmente ninguna hipótesis claramente definida sobre el origen del lenguaje humano. Mientras que para algunos investigadores el lenguaje sería un fenómeno relativamente reciente surgido hace tan sólo 30.000 años, y otros hablan de 60.000 a 200.000 años, buena parte de los investigadores consideran que la capacidad simbólica debe retrotraerse hasta 2 o 3 millones de años.
Desde el punto de vista filogénico y evolutivo el principal problema es que no existen órganos específicos del lenguaje, de modo que no puede estudiarse cómo han ido evolucionando. Todos los elementos y factores morfológicos y fisiológicos que entran en juego en el lenguaje tienen ya una función biológica distinta: los labios, la lengua, la garganta (incluyendo las cuerdas vocales, que no tienen de suyo función
lingüística, sino fonética), los pulmones y el encéfalo. Sabemos que el lenguaje se encuentra vinculado con el encéfalo, es decir, la corteza cerebral adaptativa. Una lesión en determinadas zonas del encéfalo impide el desarrollo del lenguaje. Pero, aunque hay una vinculación de lenguaje con la corteza adaptativa, la mera existencia de esa corteza no implica la existencia de habla: si el niño no vive en un medio lingüístico, no aprenderá a hablar. Por esto, aunque es cierto que el lenguaje surge en el cerebro humano, por otra parte, el cerebro llega a ser humano, a conformarse de modo humano, precisamente mediante el lenguaje o, en términos más generales, por la cultura y la educación.



E)    La adquisición del lenguaje

El origen y adquisición del lenguaje es un tema que ha preocupado a todas las culturas. En casi todas ellas se pueden encontrar relatos que asocian por lo general el origen del lenguaje a un don divino. Según la tradición judía, el hebreo era el lenguaje del paraíso. El dios del sol, Amaterasu, fue el creador del lenguaje para los japoneses. En la China fue el Hijo del Cielo, T´ien-tzu, quien dio el lenguaje a los hombres. Otras culturas vinculan el origen con la creación del hombre. Estos relatos ponen de relieve la admiración que en el mismo hombre provoca su capacidad de hablar.
Las primeras teorías filosóficas sobre el lenguaje —abandonadas hace muchos siglos— adoptaron una perspectiva naturalista, es decir, sostenían la existencia de una relación natural entre los objetos y sus nombres. Las palabras serían, en cierto modo, imitaciones de las cosas. Esta teoría fue sostenida por Pitágoras y por los estoicos, y el mismo Platón en el Cratilo sostiene que hay palabras que guardan una relación natural con los objetos, mientras que otras son convencionales. Sin embargo, ya en la antigüedad, Demócrito, Aristóteles y los epicúreos sostuvieron que el lenguaje surge por convención.
Las teorías dominantes durante muchos siglos han tenido, sin embargo, un marcado acento empirista. Los partidarios del empirismo sostienen que el lenguaje dígito humano ha surgido como evolución del lenguaje icónico. El lenguaje surgiría de las imitaciones que las personas llevaban a cabo de los sonidos del ambiente.

D) Las 5 teorías de Otto Jespersen

El lingüista danés Otto Jespersen (1860-1943) clasificó estas teorías en cuatro grupos a los que añadió el suyo propio.
1)      Teoría del «guau-guau»
Para unos el lenguaje surge por imitación de las llamadas de los animales; el «guau» del perro habría hecho que el hombre primitivo designara el perro con el nombre de «guau-guau» (teoría del «guau-guau»).


2)      Teoría del «ay-ay»
Para otros, surgió de los sonidos instintivos provocados por el dolor, la ira y otras emociones en el ser humano (teoría del «ay-ay»).
3)      Teoría del «ding-dong»
Una tercera variante supone que el lenguaje surgió porque las personas reaccionaban a los estímulos del mundo a su alrededor y producían espontáneamente sonidos que, en alguna manera, reflejaban el ambiente o estaban en armonía con él (teoría del «ding-dong»).
4)      Teoría del «aaah-tú»
Según otra versión, el lenguaje surgió porque las personas emitían gruñidos, comunales y rítmicos, debido al esfuerzo físico cuando trabajaban juntas, que con el tiempo se desarrollaron en cantos y, de este modo, en lenguaje (teoría del «aaah-tú»).
5)      Teoría del «la-la»
Finalmente, se ha sostenido también que el lenguaje surgiría del lado romántico de la vida: sonidos asociados con el amor, el juego, los sentimientos poéticos y, quizás, incluso la canción (teoría del «la-la»).
Cada una de estas teorías aporta un punto de luz o sombra sobre esta cuestión difícil de esclarecer. Una grave dificultad de estas teorías es la suposición de que existe una evolución en el lenguaje humano, desde el lenguaje icónico al dígito. A este respecto Sapir objetó que si el lenguaje surgiera por evolución, debería haber unos lenguajes más evolucionados que otros, y que, por tanto, debería poder establecerse una jerarquía de lenguajes según fueren más primitivos o más evolucionados. Pero parece que en lo que a complejidad y riqueza fonológica, semántica y sintáctica se refiere, no cabe establecer diferencias entre los lenguajes de los pueblos primitivos y los más recientes. Todos los pueblos tienen gramáticas plenamente desarrolladas y todas son igualmente complejas. No hay lenguajes más complejos o difíciles de aprender que otros: un niño tarda el mismo tiempo en aprender cualquiera de los idiomas existentes si nace en el seno de esa comunidad lingüística.
Además, estas teorías pueden explicar en parte la dimensión fonética del lenguaje y algunos aspectos de la semántica, pero parece que resultan inoperantes respecto a la sintaxis, es decir, no explican que existan unas leyes que rijan el uso del lenguaje. Este es el problema más complejo a la hora de abordar el origen del lenguaje. Las palabras pueden expresar, significar cosas en virtud de unas deter-minadas reglas según las cuales dichas palabras se articulan entre sí formando frases, que a su vez se articulan entre sí. Aunque esas reglas no sean en la actualidad plenamente conocidas, están operando desde el principio a un nivel no consciente.

F)     Noam Chomsky y los universales del lenguaje.

Un último tipo de teoría —de carácter racionalista— es la sostenida por Noam Chomsky y el estructuralismo contemporáneo, que tienden a pensar que hay unos universales del lenguaje y unas estructuras básicas que aparecen de golpe y que, entonces, sólo entonces, el universo entero se vuelve significativo. Desde luego, el caso de Helen Keller —la sordomuda ciega norteamericana— y el modo súbito en el que a partir de un momento determinado aprendió a hablar, induce a pensar en un acontecimiento de este tipo. Para Chomsky la explicación está en que existen unos universales del lenguaje innatos (del mismo modo en que Descartes admite unas ideas innatas). Poseemos internalizados de modo inconsciente los esquemas mediante los cuales se realiza la competencia lingüística.

La teoría de Chomsky ha sido ampliamente discutida. Hilary Putnam ha subrayado acertadamente que esta hipótesis resulta admisible si por «universales innatos» entendemos la capacidad de todo organismo de aprender algo. Sin embargo, si entendemos que existen unos «contenidos innatos», hemos de rechazar esta hipótesis por innecesaria, ya que existen otras hipótesis más clarificadoras del problema. Putnam destaca que es empíricamente cuestionable que en todas las lenguas se den las mismas categorías sintácticas. Además, no se puede separar el conocimiento de un idioma de la inteligencia, como realiza Chomsky; es cierto que todas las personas saben hablar en torno a los cinco años, pero cabe hacerlo con mayor o menor perfección.

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